viernes, 28 de septiembre de 2012

085-M: Desapariciones de Gladys Castro y Walter Domínguez; y de Rodolfo Vera. 053-M: Desapariciones de Adriana Campos y José Alcaráz; sustracción de Martín Alcaráz

El círculo militar
28-09-2012 | Se escucharon los testimonios de María Pérez, que aportó que las secuestradas embarazadas eran llevadas a un asilo de la Sociedad de Damas de la Caridad; y de Sigifredo Mitre -vecino de la mimbrería de donde fue secuestrado Rodolfo Vera. María Domínguez volvió a presentarse en el Tribunal por el destino de su nieta o nieto.

Vigilia en espera de los Juicios. Gentileza: Colectivo "Chacras para todos".

“Mujer de militar”
María del Carmen Pérez, ex esposa de Juan Antonio Fernández -militar que en el año 77 integraba el cuerpo del VIII Comando de Infantería de Montaña-, fue citada a raíz de una confesión que le hizo a María Assof de Domínguez. Había pasado poco tiempo de los secuestros de Walter Domínguez y de Gladys Castro, cuando Pérez le contó a María que su marido conocía que “a las delincuentes subversivas embarazadas se las llevaban al asilo Monseñor Orzali y que sus hijos eran dados en adopción”. También le contó que Gladys había dado a luz a un varón.

Ambos datos fueron soslayados por la testigo que habló de sí como “mujer de militar”, no obstante la lectura de las declaraciones que hizo en 1985 ante el juez de instrucción militar y en 2006 ante el juez federal. Luego de escuchar los expedientes, Pérez recordó también que su ex pareja le relató que a ese asilo “llegaban mujeres de todos lados”.

Debido al rumbo de la declaración, por pedido del MEDH -Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos- y de la Fiscalía, la mujer fue enfrentada a un careo con María Assof de Domínguez. En esta instancia de esclarecimiento se conoció que aquella conversación entre ambas había sucedido en la vía pública y por iniciativa de Pérez -inicialmente la testigo dijo que María Assof la había interrogado en su domicilio. Acerca del hijo o la hija de Gladys y de Walter, Pérez negó los dichos y agregó que no tenía ningún conocimiento de los operativos que hacía el Ejército aunque contó que había una relación cercana y encuentros familiares con Mario Ramón Lépori -fallecido ex general, imputado en el anterior Juicio-, Ramón Ángel Puebla -imputado en el actual proceso- y "Pintos".

María del Carmen Pérez también fue consultada por la desaparición de Adriana Campos y José Alcaráz. Dijo que tuvo conocimiento por la abuela de Adriana, cuando ésta la consultó creyendo que podía aportarle alguna información. Ni por aquel entonces ni en la actualidad María del Carmen se supo en condiciones de brindar datos que quiebren el pacto de silencio. Las respuestas pueden encontrarse en esa compleja categoría de “mujer de militar”.

La fundamentación por las partes acerca del careo de Domínguez y Pérez se efectuará en la etapa de alegatos. La resolución sobre la incidencia del mismo queda a cargo del Tribunal.

María del Carmen Pérez

“Se llevaron al gordo”
Sigifredo Horacio Mitre tenía un café bar en la calle Dorrego, cerca de la mimbrería de la que fue secuestrado Rodolfo Vera. Lo conocía sólo de vista. “Se lo llevaron al gordo” fue el comentario que le llegó en la despensa del barrio, que estaba ubicada exactamente enfrente de la mimbrería, la mañana siguiente al secuestro. Dijo que la noticia no se extendía más allá de esas pocas palabras, “en esa época nadie arriesgaba una palabra, todos nos imaginamos que se lo llevaron y lo desaparecieron como era común en ese tiempo”. Relató que en su intento de conocer algún otro dato recurrió al destacamento policial que está sobre calle Dorrego a pocos metros de la mimbrería, pero todo terminó en las palabras del oficial de turno: “no se nada, no te metás”.

Mitre agregó que a Rodolfo se lo veía en el domicilio con una mujer y que delante de la mimbrería -en la casa que daba a la vereda- vivía una familia de apellido Getani. También dejó en claro a quiénes se referían los vecinos y él cuando hablaban de los secuestradores, “los mismos que desaparecían a los demás: Policía, Gendarmería, el Ejército”.

085-M: Desapariciones de Gladys Castro y Walter Domínguez

Búsqueda y relato
27-09-2012 | Los testimonios de María Assof de Domínguez -referente incansable de la lucha de las Madres- y de su hijo Osiris, dieron cuenta de las desapariciones forzadas de Walter Domínguez y de Gladys Castro -embarazada al momento del secuestro- en diciembre de 1977. Aportes sobre el operativo a escala nacional contra los partidarios del PCML, con Mendoza, Mar del Plata y el Sur del país como focos de la represión. Beatriz Ortiz, testigo clave para entender cómo investigaban y actuaban los grupos de tareas.
Elisa Moyano, hermana del desaparecido Salvador Moyano, en el acto del 27 de septiembre a 36 años de su secuestro. Colocación de una cerámica en su memoria en su domicilio de Guaymallén.

Las novelas del terror
“Cada expediente era una novela de terror y yo leía cinco expedientes por día. Es muy difícil trabajar en esto si no hay respuesta”: tal la carta de presentación de María Beatriz Ortiz de Guillén, testigo de contexto aportada por la querella del MEDH -Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Oriunda de San Juan, Beatriz recaló en Mendoza en agosto de 1986 para desempeñarse hasta abril del año siguiente como subsecretaria administrativa de la Justicia Federal en la Sala B de la Cámara de Apelaciones presidida entonces por el hoy ex juez destituido Luis Francisco Miret. Como vocales fungían otros actores vinculados a la impunidad como Eduardo Mestre Brizuela (San Juan) y Antonio Endeiza (San Luis). “Íbamos al D2 -Departamento de Investigaciones de la Policía Provincial- con Mestre Brizuela y Endeiza para que nos abrieran los archivos”, contó Ortiz designada como relatora para investigar los crímenes de lesa humanidad cometidos en San Luis y en Mendoza. El objetivo era “determinar dónde había terminado la cosa, hacer análisis sobre los destinos de los desaparecidos, hice un diagrama grande e iba pidiendo los libros de las comisarías y del D2. En el primer piso encontramos que había un archivo paralelo en otro armario, que provenía de los legajos apuntados con las iniciales O/P -orden político-, que indicaba dónde había estado la persona, cómo había sido el camino, con quiénes se relacionaba. Los expedientes instruidos por la justicia militar eran chiquitos, no se había investigado nada, llegaban sin los habeas corpus presentados. En los libros de novedades de las seccionales policiales advertí que los operativos (horarios de salida y regreso de personal y móviles sin consignar destinos) coincidían con las fechas de los secuestros, sobre todo entre 1976 y 1978”. La relatora hacía sus anotaciones en base al libro de sumarios del D2 o a los libros de las comisarías, “luz verde o luz roja, según intervinieran el Ejército o la Policía”.

Con prestancia y metodología, Beatriz recordó entre los archivos políticos del D2 a algunos de los desaparecidos por los que se busca justicia en el actual proceso: Ángeles Gutiérrez de Moyano, “la señora que tenía una florería en calle España, hacía obras de beneficencia, aparecía como que lo que había hecho mal fue estar en una reunión con una persona luego desaparecida y haber trabajado en la Casa Cuna”; Miguel Poinsteau, su nombre subrayado en el libro; Roberto Blanco Fernández, al que reconoció tras acceder al archivo fotográfico: “Blanco fue por un trámite al Palacio Policial, no salió más, alguien que lo había acompañado se quedó afuera esperando”.

Otros nombres de desaparecidos anotados por Ortiz en su planilla son los de Koncurat, Bonoso Pérez, Rafael Olivera, Sedrán de Carullo, Aníbal Torres y Jorge Vargas Álvarez. Sobre Vargas dijo: “era sanjuanino, llevaban a su hija mayor a ver las torturas que le infligían al padre. Su pareja era hija del defensor público de San Juan. A los dos años -del secuestro- leí que esa niña tomó el revólver de su abuelo y se disparó frente a un espejo”. Sobre las detenidas embarazadas recordó su mención en los archivos pero no se investigó respecto a los nacimientos en cautiverio. Entre las fotografías que vio hace más de veinte años se le grabó la de “una mujer -en situación de prostitución, detenida- en la escalera del D2 que conducía a las celdas”.

Ortiz agregó conocer otros expedientes impactantes entre el archivo. Uno de ellos referido a la ´justicia militar´: “Las causas 20840, eran una cosa increíble, traían a varios detenidos con los ojos vendados y ponían libros atrás, rodeados de gente apuntándoles, les sacaban la venda y les preguntaban ¿esto es suyo? y decían sí, entonces esto está probado y condenaban a todos”. Otro caratulaba el hallazgo de más de treinta cadáveres -nunca identificados- en el dique El Carrizal tras un drenaje hacia 1986 -presumiblemente arrojados desde aviones- con tachos de cemento en los pies”.

Antes que la investigación de la Cámara fuera suspendida en 1987 “por las presiones carapintadas”, se alcanzó a indagar a algunos responsables del D2, del Comando de Infantería y del Liceo militar, todos centros clandestinos de detención “dónde dirigían a las personas a las cuales no desaparecían inmediatamente”. En particular, Beatriz recordó la declaración del ex jefe policial Sánchez Camargo, “era terrible, como si estuviera muy enojado por estar ahí”; y la decisión de detener al capitán Plá. Aquellos escasos meses de investigación permitieron que la testigo pueda hoy afirmar la activa participación del D2 en la desaparición de personas y la coordinación represiva entre las fuerzas de seguridad y la complicidad de la Justicia federal.

“Nunca supe qué fue de la documentación que logré colegir antes de mi renuncia. Puedo decir que todas esas cosas quedaron en un armario en el primer piso de Tribunales Federales, en una oficina grande. Dos años después leí en Los Andes que se habían quemado muchos archivos, me quedó la sensación de que había sido parte de esa documentación. Pasaron algunos años cuando me di cuenta del valor de esas investigaciones, las busqué y no encontré nada”; dijo Beatriz, que añadió “mi psiquis, mi carga personal, no admitían más cosas”. La claridad y validez de su exposición ante un Tribunal de la democracia demuestran que nada de lo que puso en juego fue en vano.

Los pañuelos son la vida

A las tres de la mañana del 9 de diciembre de 1977, cuatro hombres encapuchados y armados -uno de ellos al frente del grupo, con barba y bigotes postizos- irrumpieron agazapados en el hogar del matrimonio conformado por María Assof y Osiris Domínguez. Encañonado en la sien interrogaron a Domínguez acerca de Osiris y Walter -hijos de la pareja. “Mi marido quedó petrificado hasta la madrugada, tras la inspección total que hicieron de la casa, incluso quitando la pastilla del teléfono para incomunicarnos”, dijo María en su testimonio. Al levantarse y salir tras sus paraderos, fue anoticiada por el dueño de la casa que Walter alquilaba en Luzuriaga 84 de Godoy Cruz con su compañera Gladys Castro -embarazada de seis meses- que el domicilio había sido violado, revuelto y saqueado. María  entendió que “habían secuestrado a mis dos hijos varones, no tengo nada más, dónde iba a buscarlos, qué iba a hacer, pensé que era la única a la que le había pasado algo así”. Por los vecinos supo de la participación de la policía en los secuestros de la pareja. La lectura de la constancia de denuncia radicada por su marido ante la comisaria 31 y los comentarios de vecinos de Walter dan la pauta de que el modus operandi y los grupos de tareas actuantes en ambos operativos hayan sido los mismos e incluso que su hijo secuestrado haya sido conducido esa noche hasta el domicilio de sus padres.

Osiris Rodolfo Domínguez -el hijo mayor de María-, trabajaba para esa época en la empresa Pescarmona -dirigida por agentes de la Marina- y era "simpatizante" del Partido Comunista Marxista Leninista, por lo cual no tenía tanto involucramiento como su hermano, según relató. Entre las personas que conoció esos años mencionó a Rodolfo Vera, Néstor Carzolio, María Elena Ferrando, los hermanos Elsa y Jorge Becerra; y a Jorge Fonseca. Casi todos permanecen desaparecidos. "En un mes, mes y medio, levantaron a todos los del partido", recordó, "los de acá, los de Buenos Aires, los de La Plata, fue una cosa bien diagramadita". Osiris ratificó y completó datos aportados por su madre. Así, comentó que Walter y Gladys albergaron en un domicilio anterior al del secuestro -en Dorrego- a Susana de Miguel, compañera de Jorge Becerra -que ya había sido secuestrado-; y a Mirta Hernández, ex-esposa de Rodolfo Vera. Ambas estaban con sus hijos pequeños.

El 8 de diciembre a la tarde, Osiris visitó a Walter. Él le comentó de varios compañeros que eran detenidos o que desaparecían y que no sabían más de ellos. Esto prendió una luz de alarma entre los hermanos y Osiris le sugirió mudarse. A las seis de la mañana, Osiris salió de su turno nocturno de trabajo y pasó a ver a Walter. Cuando llegaba al domicilio, por la vereda de enfrente, vio la puerta de la casa rota y abierta e imaginó lo que había sucedido. Siguió caminando hasta el centro. Allí se encontró con un compañero: Fredy Irusta, -que se presentó este año en el Juzgado y prestó testimonio sumado a la causa-. Irusta lo contactó con Oscar Vera -hermano del desaparecido Rodolfo- y comenzó el peregrinar para sobrevivir. Estuvo cerca de dos meses en una finca en Barrancas, luego se trasladó a Buenos Aires. Primero se radicó en San Clemente del Tuyú, junto a militantes que también huían de Mendoza -entre ellos Cristina y Mabel D'Amico, Mirta Hernández y su hijo; Carlos Vera y Julio Del Monte. Semanas después, esa casa se tornó peligrosa y se trasladaron a Mar del Plata. A fines de febrero "cayó" uno de los departamentos en manos del terrorismo de Estado. Se dispersó el grupo y Osiris tomó camino hacia Neuquén, con Del Monte. La fuerte presencia militar en esa provincia los llevó a cambiar de destino y regresaron a Mendoza. No volvieron a verse más. De vuelta en la provincia, Osiris pudo juntarse a hablar con sus padres. Luego partió hacia Córdoba y se radicó, finalmente, en Oncativo.

Osiris recordó lo sucedido con su primo Rolando Omar Domínguez, quien trabajaba para la IV Brigada Aérea y -según presume con certeza- para el departamento de Inteligencia que funcionaba en Alberdi y carril Godoy Cruz de Guaymallén. Para la navidad de 1977, el sobrino militar le dijo a María Assof que "prepare comida" porque iban a soltar a la pareja, cosa que no sucedió. Tiempo antes había referido solaz a María el operativo en el que “paseaban” a un chico detenido. Rolando no volvió a referirse a eso y se desligó de la situación. Por la pertenencia militar de Rolando, Osiris sospecha que el grupo de tareas que se llevó a su hermano y su cuñada debía pertenecer a la Fuerza Aérea.

“Desgraciadamente cada vez éramos más madres buscando a nuestros hijos”, recordó María e hizo presente la lucha incesante de Madres de Plaza de Mayo por la aparición con vida que impregna sus pañuelos blancos y sus voluntades. Antes había vivido la incertidumbre, la presentación de habeas corpus -sistemáticamente rechazados por el juez Gabriel Guzzo- junto a los padres de Castro por Gladys, Walter y Osiris; los anónimos con pistas falsas; las burlas de los funcionarios del Ministerio del Interior, de Videla para la navidad del 78 (“los van a poder ver”) y de monseñor Graselli, capellán de la Marina (“hay un fichero con todas las cartitas de las chicas embarazadas, están muy bien”). Sobre su nieta o nieto señaló, “tiene que haber nacido acá, en Mendoza”.

“No tuvo tiempo”, dijo María al evocar la vida que arrebataron a su hijo: “de chico le gustaba el bailecito, la ropa limpia, después cambió cuando entró a la facultad de arquitectura, se preocupó por lo social, se interesaba por el otro, lo que hacía no era nada peligroso pero sí para el sistema”. 22 años tenía Walter, 24 Gladys, su compañera.

María Assof






Osiris Domínguez: Operativo "Escoba"


Osiris Domínguez: Probable complicidad de su primo militar

sábado, 22 de septiembre de 2012

085-M: Desapariciones de Alberto Jamilis, Rodolfo Vera, Nélida Tissone y Néstor Carzolio. Lectura Causa 053-M

Los desmadres, las madres
21-09-2012 | Los testimonios en relación a las desapariciones de seis personas -una embarazada- del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) entre el 6 y 9 de diciembre de 1977, que dan cuenta de las persecuciones inter-provincias, plantean que pueda tratarse de un feroz operativo a nivel nacional contra los militantes. La fuerza de las madres en contrapartida.

El secuestro de Alberto Jamilis
La familia Jamilis provenía de La Plata. A mediados de 1977, Alberto Gustavo Jamilis -sociólogo- dejó su ciudad junto a “Mary” -su compañera, embarazada- a raíz de la alerta que le dio un compañero de trabajo acerca de que “habían tomado su departamento”.
Alberto visitaba semanalmente a su hermana Paulina Delia Jamilis, que aportó su mirada. Ella desconocía su actividad política, aunque “por su manera de interpretar la historia y las cosas” considera que era “de pensamiento socialista”. Alberto sobrevivió como pintor y artesano del mimbre en la canastería de Néstor Carzolio, donde realizó el moisés para su hijo, nacido en septiembre de aquel año. Paulina supo que su hermano tuvo cierto tiempo a “un tal Vera como refugiado”.
A las cinco de la mañana del 6 de diciembre de 1977, Paulina fue sorprendida por Mary que desesperada le narró lo vivido horas antes: un grupo de ocho soldados encapuchados y munidos de linternas ingresó pasada la medianoche al domicilio de la pareja, en calle Bernardo Ortiz de Godoy Cruz. Sacaron a Alberto al patio, entre amenazas y gritos acerca de una llave. Mary quedó en la habitación con un conscripto que a cambio de que le indicara dónde había dinero, la ató sin demasiada fuerza a la cama para que pudiera irse con la criatura. Por los vecinos supo que la patota se movilizó en "un falcon y en un camión”.
Mary partió con su hijo a los pocos días. Paulina se ocupó de embalar y remitirles sus pertenencias a Bragado. María Ester, la otra hermana Jamilis, presentó el habeas corpus. Paulina conoció en 1978 a María Domínguez y otras madres de desaparecidos cercanos a su hermano. En 1978 fue citada por la Policía federal tras presentar un escrito al ministro del Interior, Albano Harguindeguy. La respuesta había sido: (Jamilis) “no tiene problemas, cumplió con el Servicio militar obligatorio”. “Antes les tenía terror, ahora los desprecio profundamente”, remarcó Paulina sobre los militares.

Viejo vecino de la calle Bernardo Ortiz, Hugo Dionisio Scaramella relató el episodio que presenció en su barrio en diciembre de 1977, presumiblemente relacionado con la desaparición de Alberto Jamilis. Una noche, cerca de la una, Scaramella oyó gritos de un hombre -“por qué me llevan, no he hecho nada”- y de una mujer. Se asomó y vio que a tres casas de la suya, dos personas arrastraban a un tercero. Los agresores vestían de civil, a cara descubierta y armados, metieron a la persona secuestrada en un vehículo color claro parado en medio de la calle. El testigo notó que había una voz de mando y que se manejaron con proceder castrense. En las esquinas permanecieron otros dos hombres apostados.


Retrato de grupo con señora
Rodolfo Osvaldo Vera, uno de los hijos de Agustina Elcira Corvalán de Vera, fue secuestrado a la una de la mañana del 6 de diciembre de 1977 en la mimbrería de calle Dorrego donde trabajaba y compartía con otros compañeros. La madre contextualizó cómo eran los días de Rodolfo: “El militaba, iba a los barrios, ayudaba a la gente, un tiempo cuidé al hijo de un compañero suyo”, hizo la facultad de arquitectura, trabajó en un estudio, pertenecía al Partido Comunista Marxista Leninista. “Sus hermanos no militaban pero eran todos muy compañeros”, dijo Agustina en relación a sus hijos.

Uno de ellos, Carlos Hugo Vera, y Mirta Irma Hernández -esposa de Rodolfo- también testimoniaron. Plasmaron entre los datos que dibujan al desaparecido y a su historia, vivencias personales ligadas a los hechos. Carlos y Mirta sufrieron la persecución en carne propia, ninguno tenía relación con el PCML. Por intermedio de Rodolfo conocieron a algunos de sus integrantes: Nélida Tissone y Néstor Carzolio, Jorge Becerra y Susana de Miguel, Alberto Jamilis y Elsa Becerra -todos provenientes de La Plata-, y también Gladys Castro, Adriana Campos, Walter y Osiris Domínguez y “Pele” (Jorge Fonseca).
Para ambos el tormento se inició con la detención de Jorge Becerra, el 23 de diciembre de 1976. La fecha marca el “paso a la clandestinidad” del matrimonio, el comienzo de una persecución incesante para la familia que desembocó en el secuestro de Rodolfo y en la huida de Mirta y un grupo de jóvenes a Buenos Aires.
Dos días después de la detención de Becerra, Rodolfo y Mirta se guarecieron en Rivadavia, en casa de una hermana de Agustina, donde permanecieron hasta mediados del 77. Luego, por motivos de seguridad, Rodolfo se ubicó en una mimbrería que el Partido tenía en Dorrego, y Mirta -con un embarazo avanzado- paró en la casa de Walter Domínguez y Gladys Castro.

Fue la madre, Agustina Corvalán, la que precisó ante el Tribunal tres episodios represivos sobre su familia, previos a la desaparición de Rodolfo:
“Un día mi hijo salió con un amigo, el chico (Jorge Ciro) Becerra, en su camioneta. Rodolfo bajó un rato, al volver notó la camioneta rodeada y se escondió, mientras se llevaban a Jorge y el vehículo”. La Jeep amarilla fue hallada en junio de 1985 en un playón entre el Palacio policial y la antigua Aduana. Según el acta de la escribana actuante, el vehículo estaba deteriorado totalmente y durante cierto lapso estuvo en circulación.
Después fueron a buscar a Rodolfo a la casa familiar -en el Barrio Argumedo, Rodeo de la Cruz-, donde estaban Agustina y su hija de quince años. Más de diez personas en cuatro camiones del Ejército invadieron el vecindario por techos y frentes, “subían por las paredes, cortaron la cuadra. El operativo fue de mañana, revolvieron todo, hasta pocearon el patio, eran militares, de una revista Labores dijeron que era el plano de no se qué”. Después se fueron.
Días más tarde volvieron en dos autos, de noche, agazapados. Esperaron el regreso de Dionisio, esposo de Agustina. Se lo llevaron y maltrataron hasta las cinco de la mañana en el D2. Según Dionisio, el operativo fue efectuado por policías.

El día del secuestro, Rodolfo estaba en la mimbrería. Carlos llegó a las pocas horas, “entraron aparentemente con llave, se habían robado hasta la mercadería”. Semanas más tarde, Mirta, sus cuñados Hugo y Carlos, Osiris Domínguez, María Cristina Damico y otros jóvenes huyeron a Buenos Aires. Deambularon por hoteles alojamiento, lugares que les ofrecían militantes del PCML, hasta que se resguardaron en Bariloche, “la gente con quien nos contactábamos iba desapareciendo” relató Carlos. En el sur el grupo fue interceptado por las fuerzas de seguridad y Carlos trasladado a Mendoza. Pasó por el D2 y luego por la Penitenciaría provincial, corrían los últimos meses de 1979 cuando recuperó la libertad.

“Se llevaban a algunos chicos, por eso teníamos miedo”, dijo Agustina. La madre presentaba los habeas corpus acompañada de sus nietas y nietos, “temblaba por las preguntas que me hacían, a partir de una solicitada por muchos desaparecidos me encontré con toda la gente que buscaba a sus hijos”. Corvalán es integrante de Madres Mendoza casi desde que comenzó la búsqueda por su hijo. Estuvo presente con Madres y otros defensores de los Derechos Humanos en 1978, durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: “estábamos en la calle, la cola era inmensa, los hinchas del Mundial nos insultaban”. Tiempo antes, en pos de averiguaciones sobre su hijo, un representante de la Iglesia Católica le dijo: “se debe haber ido con alguna mujer, no gaste pólvora en chimangos”. Agustina sigue su lucha. A los diez minutos de haber brindado su testimonio y su voz alta por la sordera del mundo, se sentó con el público -entre abrazos y alegrías- a presenciar la declaración que sucedió a la suya.

Agustina Corvalán: Secuestro y búsqueda de su hijo, Rodolfo Vera  


En La Plata y en Mendoza también
Liliana Tissone vivía en Berisso cuando se enteró del secuestro de su hermana Nélida y de su cuñado Néstor Carzolio. El escueto relato de los vecinos del matrimonio, el silencio, aquello de sus sobrinos maniatados y compartimentados, el secuestro de la camioneta, lo supo por su padre que viajó a Mendoza en los últimos días de 1977 para buscar a los chicos. La mujer pudo dar precisiones sobre la vida que el joven matrimonio tuvo en la localidad platense. Dijo que Néstor trabajaba en Swift y que era delegado gremial, que su hermana se había recibido de maestra con excelentes calificaciones y que sabía que ambos estaban involucrados políticamente. También aportó que Néstor tenía vinculación directa con un dirigente gremial llamado Daniel Egea y que se enteró de que Hugo Carzolio, hermano de Néstor, había llegado muy malherido al hospital de La Plata. Todos estos datos salieron a cuentagotas en medio de un relato descarnado del sufrimiento que la familia Tissone vivió en todos estos años, entre la clausura del silencio y el compromiso con la crianza de los hijos de Nélida y Néstor.

Jorge Rodríguez efectuó la denuncia por la desaparición del matrimonio Carzolio-Tissone. Vivía con su esposa Hilda Abraham y Lucía Tomás -abuela de Hilda-, en la casa colindante a la de la pareja secuestrada. Se enteró del hecho por su esposa y fue ese relato el que expuso en la dependencia policial. Sobre el acto puntual aportó de relevante que en aquella casa sólo vivía el matrimonio con sus hijos y que era común ver a un muchacho que se movilizaba en una moto Zanella. Se supone que éste haya sido Jorge Fonseca.
Las querellas investigan, el Tribunal avanza, un imputado desafía
Una vez hecha pública por Secretaría la incorporación de prueba documental referida a la Causa 077-M, la audiencia había iniciado con la lectura de los autos de la Causa 053-M. Dicha causa indaga las privaciones ilegítimas de la libertad y desapariciones forzadas de la pareja integrada por Antonia Adriana Campos y José Antonio Alcaráz; y la sustracción de Martín Antonio, de diez meses de edad, hijo de ambos. Antonia y José fueron secuestrados la madrugada del 6 de diciembre de 1977 de su domicilio de calle Gualberto Godoy, en Godoy Cruz. La vivienda fue saqueada. A las 24 horas de producidos los hechos, el niño fue dejado en la puerta de la casa de sus abuelos maternos. Un año y medio antes, la familia había recibido la primera embestida: María Silvia -estudiante de 23 años, hermana de Antonia- fue desaparecida tras un operativo en el que miembros de seguridad irrumpieron en casa de sus padres.
Esta serie de secuestros se relaciona con la Causa 085-M que investiga las desapariciones en diciembre del 77 de otros partidarios del PCML. Está acreditado que en los casos de Alcaráz y Campos intervinieron miembros del D2 y que estuvieron detenidos en ese centro clandestino. Los imputados son Paulino Furió, Juan Garibotte, Alsides Paris, Ricardo Miranda y Aldo Bruno.

Las conexiones entre Causas y la responsabilidad de los “elencos estables” entre los represores se hace cada vez más evidente. En ese sentido, Viviana Beigel, Pablo Salinas y Diego Lavado, representantes por la querella del MEDH, suponen que la caída de los militantes del PCML está vinculada a un operativo nacional contra esa organización fechado entre el 6 y el 7 de diciembre de 1977 y que tuvo como saldo 70 desaparecidos.
En la misma dirección, la abogada Romina Ronda, representante por el Gobierno de la Provincia, pidió sumar como prueba el Legajo Conadep y las “Novedades de parte de guerra" de la Unidad Regional 4ta, donde se consigna como positivo el procedimiento a cargo del mayor Garibotte en el domicilio de Dionisio Vera, el 7 de abril de 1977 a las 22hs.

Finalmente, Antonio González Macías, presidente del Tribunal, solicitó al acusado Fernando Morellato “no tener contacto con el público”. En este sentido enfatizó: “Es la segunda advertencia, no queremos que haya hechos que provoquen decisiones más fuertes”. Incidentes en las escalinatas fueron los que originaron la amonestación.

viernes, 21 de septiembre de 2012

077-M: Desapariciones de Juan José Galamba, Gustavo y Mario Camín, Margarita Dolz y Raúl Gómez. Causa 085-M: Desapariciones de Néstor Carzolio y Nélida Tissone

Compromisos por la verdad
20-09-2012 | Cuatro testimonios claves se conocieron en relación a las desapariciones forzadas de grupos de personas en diciembre de 1977 y mayo de 1978. Sobre Juan José Galamba, Sonnia De Monte trazó el recorrido del cuaderno escrito para sus hijos y resignificó los pueblos y compañeros del sur. Emilio Vernet reconoció pertinencias de los desaparecidos y otros perseguidos antes del Mundial. Dora Gordon aclaró puntos sobre los secuestros de Mario y Gustavo Camín. Hilda Abraham -que cobijó a los hijos de Néstor Carzolio y Nélida Tissone- dio detalles del secuestro de la pareja, en lo que fue el inicio de la ronda testimonial de la Causa 085-M.

Vilma Sonnia De Monte: La inmensidad de los afectos 
Escritora, actriz, docente, Sonnia nació y creció en el “monte virgen” de General Alvear, en la zona rural de Bowen. Eran pueblos donde había la posibilidad de acceder a la Biblioteca, al Centro Cultural de la zona, en espacios donde se aprendía a “compartir, a crear lazos de solidaridad, lugares especiales de gran formación intelectual y política, de acercamiento profundo entre todos”. Para anclar su historia, la de Juan José Galamba y la de “tantos compañeros del sur”, Sonnia cree “inevitable la referencia al origen y a las circunstancias del entorno”, de lo que “ya no sucede, la separación entre la gente y los afectos es inmensa, vivimos lo sufrido, la bibliotecaria sufre una tremenda soledad”.

Sonnia conoció a Juan José -oriundo de “La Marzolina”- por ser amigo de Daniel, su hermano mayor y porque se convirtió en su padrino en la escuela secundaria: ellos fueron “mis referentes, mis maestros, cuando estoy confusa son mi guía aún”, dijo.

Los hermanos De Monte sobrevivían al golpe de 1976 en Mendoza. Por pedido de un compañero de su hermano, Sonnia accedió a establecer una cita con Juan José en clandestinidad, porque portaba algo importante que tenía que proteger. El encuentro se produjo hacia marzo de 1977, en Godoy Cruz, a la vera del zanjón Maure, en las inmediaciones de calles Paso de los Andes, Lorenzini y Antártida Argentina. Lo esperó sentada en el cordón hasta que reconoció su silueta y se acercó a ella. Lo encontró mucho más flaco y con una mirada de tristeza que “no me la olvido nunca, era tan diferente a mi padrino de la secundaria”. Lo primero que él le preguntó era si estaba nerviosa. “Era una mezcla de emociones, de cariño, preocupación”. Finalmente Juan José sacó un cuaderno Gloria y le preguntó si se atrevía a llevárselo, porque era “para sus hijos, me dijo sus nombres, que Alicia estaba detenida”. Sonnia aceptó.

De la actividad de Galamba sólo supo que estaba complicadísimo, hablaron de la desaparición de José Valeriano Quiroga, otro amigo del pueblo -quien se sospecha fue desaparecido en el centro clandestino “El Vesubio”- y de Carlos Oscar Martín. Por trabajos de reconstrucción en los que Sonnia colaboró con el MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos) y como correctora del libro “Hacerse cargo”, concluyó que para la época Galamba vivía con las compañeras Ana María del Moral -asesinada- y Gisela Tenenbaum -desaparecida-, en calle Italia de Godoy Cruz. Respecto a su lucha y su destino dijo: “Mucho tiempo trató de sobrevivir. Con él hicieron una cruel cacería”.

En 2006, por causa de una marcha en repudio al treinta aniversario del terrorismo de Estado, Sonnia conoció a Alicia Morales y sus hijos. “Respiré más tranquila porque supe que el cuaderno llegó, recién ahí lo pude leer, ellos me lo permitieron. Relaciono con el principio, con afectos inconmesurables, nada de cuestiones heroicas entre tanto horror, simplemente responder a un afecto, como a alguien de mi familia, su familia”.

De Monte, su hermano Daniel y un amigo suyo, Eduardo Caranza, fueron detenidos ilegalmente una madrugada de noviembre de 1977, en su departamento de calle México de Godoy Cruz. Fueron llevados a la comisaría 27, en un camión del Ejército, por personal de la VIII Brigada de Infantería de montaña. La casa “fue dada vuelta”. Una vez separados por celdas, llevaron a Sonnia a una oficina en donde estaba el que comandaba al personal policial, un teniente que le hizo preguntas despreciables, agresiones verbales de índole sexual y la tironeó de los brazos para ver si tenía pinchazos. Le dijo que probablemente ella y Caranza saldrían, pero no Daniel: si no tenían nada, lo iban a acusar por prostituirla. De nuevo en la celda, un policía ingresó y la amenazó con provocaciones agraviantes. A la noche fueron liberados. Tres citaciones de la 27 recibió luego Sonnia: en la primera se le presentó el oficial que la había agredido, a la segunda no fue y en la tercera -en pleno curso de inglés de los policías en vísperas del Mundial 1978- el comisario minimizó las denuncias de la joven.

Las amenazas sufridas por su familia no cejaron hasta hoy. Sonnia repasó el lejano llamado telefónico anónimo recibido por sus padres, que decía que ellos estaban detenidos. Su padre logró que el operador le diera el origen del llamado: la vecina Nelly Emilio, delegada municipal hasta no hace mucho tiempo en Bowen. “Con el terror espantoso crecimos todos, pero sobre todo mi hermano menor. La persecución ideológica en los pueblos chicos, por portación ideológica es muy fuerte”. Por último agregó que Fernando Enrique De Rosas –instructor del Centro de capacitación contrasubversivo en 1978- y su esposa, la increparon en su lugar de trabajo en 2011.

Último encuentro con Juan José Galamba

Persecuciones





Dora Gordon: Los cuentos
La doctora Gordon, madre de Mario Camín y ex esposa de Gustavo, asistió con 91 años a testimoniar por sus desapariciones. El Tribunal resolvió dar lectura de las sucesivas denuncias y declaraciones efectuadas por la testigo ante la Justicia Federal y la CONADEP. De ello Gordon ratificó:

Mario y Gustavo fueron secuestrados la noche del 22 de mayo de 1978. Primero su hijo -que había salido en auto rumbo al cursado nocturno en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN)- e inmediatamente después -hacia las 22:30 hs- Gustavo, en el departamento allanado y saqueado de calle Patricias Mendocinas. Dora supo lo sucedido por una empleada suya y por Ana María Del Olio. Días posteriores un llamado anónimo de un estudiante de la UTN le informó que cuatro personas abordaron a Mario en la playa de estacionamiento de la Facultad, dos se lo llevaron en un vehículo y los otros se fueron en el R6 hacia el departamento, presuntamente tras el padre. “Al auto se lo llevó la policía. Como a las cosas de valor, se repartían todo, se repartían los hijos”, señaló Dora, que también aseveró que un sobreviviente del D2 habría visto a Mario en ese centro clandestino. En 1985 Gordon declaró que el anónimo no había sido tal, sino que la llamada telefónica la hizo Alberto “Cholo” Monserrat, testigo junto a Horacio Liendro del secuestro en la UTN.

La búsqueda de la mujer estuvo desde entonces entorpecida por mentiras, pistas falsas, “cuentos” y abusos de agentes de la represión y de civiles tras su dinero. Mario “Gordo” “Calefón” Ferri -ligado a las esferas militares- traía “buenas noticias” a los familiares en 1979: los Camín estaban “en La Plata, próximos a disponibilidad del Poder Ejecutivo Nacional”. El funcionario del Ministerio del Interior, Eduardo Manolio, le confirmó el “dato” a través de un listado de sobrevivientes. El Comandante Julio Francisco Sosa dijo a Dora: “los tenemos, están en Córdoba, en La Ribera o en La Perla”. En la Compañía de Comunicaciones, el sargento Eduardo “Bomba” Romero le insinuó que ambos estaban muertos. “Jugaban con la desesperación”, resumió Dora.

Emilio Vernet: Desde adentro
Vernet prestó testimonio en el marco de las indagaciones por los secuestros y desapariciones de Gustavo y Mario Camín, Margarita Dolz y Raúl Oscar Gómez. Ex-estudiante de la UTN, fue compañero y amigo de Juan José Galamba -con el que confluyeron acercándose en la Juventud Universitaria Peronista (JUP)-, Margarita Dolz, Alfredo Escámez, Gisela Tenenbaum, Alejandro Dolz, Osvaldo Rosales, Daniel Romero, Ignacio Mamaní, Víctor Hugo Herrera: “pasamos hermosos momentos con asados, fiestas, teníamos participación política", relató. El grupo se conocía de la UTN y del Partido Socialista de Vanguardia (PSV). Fue vecino de Mario Camín y sabía de su amistad con Galamba.

Sobre los años en la UTN, Vernet recordó que formaron una agrupación en la facultad, en referencia a AUP. Ratificó la presencia de grupos de ultraderecha como la CNU -Concentración Nacional Universitaria- y recordó integrantes: “Roberto Lucas, Fredy Fernández, (un joven de apellido) Mendoza, Jean Paul Burlot y Oscar Vallardi". No le "consta" que hayan brindado información para operativos, sin embargo "no tiene dudas" que debió ser así: “Iban armados, metían miedo, ¿quién pudo matar a Mario Susso y Susana Bermejillo?, eso venía de adentro de la facultad”. A mediados de 1976 recibió las peores novedades: el secuestro de Alicia Morales y otras personas que estaban con ella, la detención de Eduardo Morales -su cuñado- en un operativo que lo tenía a él como objetivo, también "que mataron a Francisco Urondo".

Isabel Navarro -esposa de Vernet- y Susana -hermana de Isabel- también conocieron a Galamba. Sus padres le facilitaron pasar noches en el auto porque la casa ya había sido allanada ilegalmente. Para entonces -fines de junio de 1976- Emilio e Isabel huyeron de la persecución de las fuerzas represivas.

Sobre el secuestro de su amigo sabe lo que después consideró: "Tengo la sensación de que quienes militamos en el PSV prestamos el cuerpo" por todo lo sucedido en 1978. Dijo que "encontrar a Galamba" no podía ser la única conexión, por eso relacionó los operativos con la preparación del Mundial. Con marcada emoción, el testigo expresó: "Galamba era un hombre... un muchacho que sólo quería sobrevivir".

El destino de los compañeros, el Mundial y Galamba que quería sobrevivir


Hilda Abraham: Operativo “Escoba”
Comenzaron los testimonios por la causa 085, por la cual está imputado Paulino Enrique Furió, entonces Jefe de Inteligencia del Ejército con funciones en el Comando de la VIII Brigada de Infantería de Montaña. El represor presencia las audiencias mediante videoconferencia, desde el Consejo de la Magistratura. En la causa se investigan las desapariciones del matrimonio de Néstor Carzolio y Nélida Tissone; de Alberto Jamilis, Rodolfo Vera; y de Walter Domínguez y su esposa Gladys Castro, embarazada de 6 meses.

Romina Ronda, abogada querellante por el gobierno de Mendoza, sumó a las fotos de las víctimas que constan en la causa, una imagen del también desaparecido Jorge Fonseca. Se intentará probar que todo el grupo fue víctima de un único y mismo operativo nacional denominado "Operativo Escoba" que tuvo como objetivo a militantes del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML).

El primer testimonio lo brindó Hilda Fanny Abraham Torres, que vivía con su abuela, en calle Boulogne Sur Mer de Godoy Cruz. En la parte posterior de su casa, en un departamento, vivían Néstor Carzolio y Nélida Tissone con sus dos hijos. Carzolio y Tissone eran oriundos de Berisso, provincia de Buenos Aires, llegaron en 1976 a Mendoza. Néstor montó una mimbrería en Guaymallén, lugar que hizo las veces de sede del PCML. Nélida era docente.

El 5 de diciembre de 1977 fueron secuestrados de su domicilio. Alrededor de las 21.30, un grupo de personas de civil, disfrazadas y armadas interceptaron a Nélida cuando volvía a su casa con su hija de 6 años. Las amordazaron y metieron en la casa. Néstor y el hijo de 2 años corrieron la misma suerte. El departamento fue saqueado. Al momento del secuestro, en la casa de adelante estaba Lucía Tomás, abuela de Hilda, muy asustada. Dijo a su nieta que los secuestradores se llevaron al matrimonio en la camioneta Peugeot blanca de ellos. Allí también subieron la moto de un visitante ocasional de la pareja. En un visado de las fotos de las víctimas, Hilda reconoció que el visitante "podría" tratarse de Jorge Fonseca. Hilda -embarazada en ese momento- corrió al departamento vecino y encontró a los hermanitos acurrucados y muy quietos, con la boca encintada. Los llevó a su casa. Más tarde hizo la denuncia en la Seccional 27 de la Policía de Mendoza, según consta en el libro de novedades.

El hijo y la hija de Néstor y Nélida quedaron a cargo de Hilda -a través de su madre porque ella era menor de edad- hasta que ubicaron a la familia de Nélida, en Berisso. Hasta hace una década atrás, Hilda conservó el contacto con la madre de Nélida. En reiteradas ocasiones, la familia Tissone agradeció a Hilda todo lo que hizo por la niña y el niño, cómo los cuidó y rescató.

El secuestro de Carzolio y Tissone y el destino de sus hijos

sábado, 8 de septiembre de 2012

077-M: Desapariciones de Margarita Dolz, Gustavo y Mario Camín, Víctor Hugo Herrera y Juan José Galamba

Hay un desaparecido que habló
07-09-2012 | Una foto, una carta escrita a sus hijos y el cuaderno de anotaciones del desaparecido Juan José Galamba fueron presentados como ejemplos de los valores de su generación y la persecución a la que fue sometida. Alicia Morales -su compañera, testigo de contexto en el anterior Juicio- y Paula Natalia -hija de ambos- señalaron el exterminio a la solidaridad. El ataque a Víctor Hugo Herrera. Confirmaciones acerca de los Camín.

Miriam Susana Astorga relató el secuestro de su marido, Víctor Hugo Herrera, la noche del 25 de mayo de 1978. La pareja -que se había casado el día 6 de ese mes- vivía en casa de los Herrera. Mientras la familia dormía, seis personas encapuchadas ingresaron violentamente a la casa, llegaron al dormitorio de la pareja y en la cama -mientras ataban a Miriam conuna sábana- arremetieron a puñetazos contra Víctor Hugo. Astorga evocó que los secuestradores buscaban libros y armas e interrogaban a su marido por “Josecito”: “Donde te llevamos no necesitás documento”, lo amenazaron mientras se lo llevaban desnudo a la calle.
Al periplo en búsqueda de Víctor Hugo, relatado por su madre y hermanos -comisaría 27, Hospital militar, VIII Brigada, habeas corpus-, Miriam añadió que en el D2 les exhibieron fotos de las armas que supuestamente portaban quienes eran “detenidos”.
Astorga -que durante semanas se sintió vigilada desde vehículos apostados- contó el lazo amistoso que con “Tonio” -Víctor Hugo- tuvieron con Margarita Dolz. Del operativo que derivó en su desaparición, Miriam se enteró por Carlos Castorino.

“Se lo chuparon a Mario” fue lo primero que escuchó Ricardo Blanco cuando llegó a la UTN el 23 de mayo de 1978. La noticia salió de boca de sus compañeros y no necesitó datos precisos para saber que era verdad, “en esos tiempos las cosas eran así” definió. Ricardo cruzó palabras con Mario el día anterior, al salir del curso, cerca de las 20:30; “me voy a comer a lo de mi novia y vuelvo”, le dijo. Los jóvenes se conocieron en la primaria y cursaban ingeniería electrónica en la Universidad Tecnológica Nacional.
Pasado más de un año del secuestro, Ricardo preguntó a Sergio Lier -un policía de su barrio, integrante del D2- si conocía datos sobre Mario: “si le robaron algo no va a aparecer”, le certificó el oficial. Cobraba importancia el dato del auto de Mario. Al poco tiempo, Lier huyó a Canadá.
El testigo mencionó que Mario y Gustavo Camín -que solía ayudar con trabajo a los compañeros de su hijo- se destacaban por la humildad y la solidaridad. Gustavo lo ocupó para confeccionar planos y por él supo que un muchacho había conseguido empleo en la cantera de San Juan. Después, Blanco se enteró de que ese joven era Juan José Galamba.
“Espero que esto tenga un final feliz, es decir que todos los responsables paguen, porque se llevaron a los mejores” pidió Ricardo en el cierre de su testimonio.


El testimonio de la solidaridad
“Alto, rubio, ojos azules, flaco”; describió Alicia Beatriz Morales Fernández de Galamba a Juan José Galamba; “mi amigo, mi marido, el padre de mis hijos, el hombre con el que elegí tenerlos. Todo eso fue sistemáticamente destruido para implementar un sistema no basado en la solidaridad ni en el amor, sino en el individualismo y la explotación”. Alicia apoyó la descripción de José con una foto de casamiento que cedió al Tribunal, “para todos era un tipo muy querible, apoyaba a los chicos para que estudien, preocupado por la desigualdad social”, agregó.

Alicia y Juan José se conocieron en 1972 en la facultad. Participaron del Partido Socialista Popular y años después en la Juventud Universitaria Peronista. Estuvieron cercanos a Montoneros, con lazos solidarios: “por eso Jorge Vargas y María Luisa Sánchez Sarmiento estaban en mi casa, no tenían dónde estar, no se puede dejar a una familia en la calle a merced del monstruo del terrorismode Estado”.

El 12 de junio de 1976 Alicia fue secuestrada en su casa, junto a María Luisa y las hijas de ambas. Para Alicia, Juan José -que llegaba a la casa- notó el operativo y decidió no entrar. Trasladadas al D2, las mujeres fueron interrogadas por primera vez: “Me sorprendió la cantidad de información que tenían sobre nosotros. Aturdida por los golpes y la presión de la goma sobre los ojos y el reflector enfrente, vi diagramas, fotos, nombres, cruces en un pizarrón. Ya tenían armado todo. Montones de fotos de todos los estudiantes habidos y por haber, fotos enmarcadas con círculos”. Apenas una pregunta sobre su marido hicieron los captores a Alicia: “¿dónde está?”

Alicia estuvo detenida en varias prisiones hasta 1980. Sólo sabía que José había logrado escapar. Presa, “nunca tuve noticias de él ni me atreví a preguntar por su situación, la cárcel no cesaba. Al salir, cuando pudimos hablar, nos costaba mucho. Había que querer acordarse, preguntar y no poder hablar”. Sobre el itinerario de Galamba, dijo: “Sé que estuvo en San Juan afines del 76 -en muy mal estado físico-, en Mendoza -donde trabajó en una cantera y en un horno de ladrillos, los mil y un trabajos para sobrevivir-, en algún momento en (General) Alvear. Sé que quería ver a los chicos”.

Ni el contexto ni la fecha del secuestro de Galamba -28 de mayo de1978- fueron para Alicia “por azar o porque sí. Si en el 77 estaban descabezadas y aniquiladas las organizaciones, el 78 fue el momento del mensaje-planificado, previo al Mundial- contra la solidaridad remanente”. Del grupo de personas desaparecidas que integran esta Causa, Alicia recordó que con José conocían a Margarita Dolz “del viejo Partido Socialista”. Agregó: “En la época, todos nos conocíamos, siempre nos estábamos encontrando en peñas, asambleas, por estudio”.

Consecuente luchadora por los Derechos Humanos, explicó Morales:“Estos Juicios demuestran que querían exterminar el accionar de militantes activos, supuestos guerrilleros, de sus familiares, de sus amigos. Querían exterminar personas e ideas y también la solidaridad. Nosotros como estudiantes, como ciudadanos, éramos solidarios. José sobrevivió esos dos años por la solidaridad de los compañeros”.

En “un cuaderno que sobrevivió a José, enterrado en la finca de sus padres”, hay una carta escrita por el joven a sus hijos, en noviembre de 1976. Alicia pidió presentar la carta al Tribunal, como la voz de Juan José Galamba. Para ella, “expresa todo su amor contundentemente, es una historia de amor, del amor que sentía por la gente, por los hijos, por mí”. Sonnia de Monte amiga de la pareja- recibió el cuaderno de manos de José, se lo entregó a sus padres, y en una marcha en memoria de los desaparecidos a treinta años del golpe, se lo restituyó a Alicia y a sus hijos.

Paula Natalia Galamba -hija mayor de Juan José- leyó pasajes del cuaderno. “Quiero leerlo porque refleja lo que él sentía en ese momento y lo que sentían muchos de sus compañeros. Lo que nos dejó aquí es una lección de vida y de amor. Es su testimonio”:

“Queridos hijos: con la caricia más tierna que un padre puede hacer, quiero que sepan que papá nunca los olvida y todo lo que hace es por la felicidad de ustedes. Así como con mamita los quisimos, hoy más que nunca debemos seguir adelante hasta conseguir lo más ansiado para todos y que es lo que se llama igualdad, que cuesta mucho conseguirla pero que no es imposible alcanzarla”.

Juan José también explica la situación por la que se atravesaba “entre esas grises paredes, donde está mamá, están miles de madres y de padres que no callaron por decir la verdad”; los objetivos que se perseguían: “no podemos seguir aguantando que los miserables por un poco más de dinero estén haciendo estragos, mientras en unas mesas hay caviar en otras apenas hay pan”; también relataba el amor por Alicia, la esperanza de encontrarla y la desazón de no saber si los volvería a ver.

“Encontrarme con este cuaderno fue una forma de entenderlo, de comprenderlo, durante mucho tiempo los cuestioné por no haberse ido, por no haber pensado en sus hijos; comprendí entonces que no se fueron justamente porque pensaban en sus hijos”, relató conmovida Paula, como quitándose un gran peso.

Natalia Galamba: fragmento carta de Juan José Galamba

viernes, 7 de septiembre de 2012

077-M: Desapariciones de Gustavo y Mario Camín, Juan José Galamba, Daniel y Juan Carlos Romero

La infancia, la complicidad eclesiástica y un final anunciado
06/09/2012 | El desarrollo de las audiencias en relación a las desapariciones forzadas de nueve personas durante la segunda quincena de 1978 continúa deparando relaciones y luces sobre los hechos. Sin muestras de buena fe, el sacerdote Oscar Moreno aportó datos sobre el D2 y el grupo de tareas G78. José Ricardo Romero, hijo del desaparecido Daniel Romero, narró por primera vez ante la justicia, el terror que sufrió tres veces, inclusive durante el secuestro de su padre.

Aprietes en democracia
Una vecina del estudio de los desaparecidos Gustavo y Mario Camín y un compañero del último relataron, cómo la justicia militar los increpó en 1986.
Nora Estela Pérez, escribana, trabajó en el estudio que Julio Correas alquilaba a Gustavo Camín en calle Patricias Mendocinas 735, frente al Colegio Notarial. El estudio se situaba en el primer piso, enfrente del departamento donde temporalmente residían los Camín. Nora dijo que Gustavo vivía en San Juan, donde tenía una cantera, y que Mario era esporádicamente frecuentado por compañeros. Ni Pérez ni Correas notaron las puertas violentadas tras las versiones circulantes en el Colegio de escribanos y en el Notarial, acerca de que padre e hijo “fueron detenidos de noche por el Ejército, Mario en la UTN y Gustavo en el cruce de Colón y los rieles (Belgrano)”. Dos meses después, Armando -hermano de Gustavo- habría confirmado a Pérez esa versión.

El 19 de marzo de 1986, Nora declaró “bajo amenaza” en el VIII Comando de Infantería de montaña, ante el juez de instrucción militar. Se trata de Raúl Juan Rioboo y del suboficial “instructor” Manuel Amaya. El que la intimó fue “un oficial de mayor graduación, con voz de mando, de apellido extranjero, tez blanca, canoso. Dijo que me esperaba el secuestro, lo mismo que a Camín”. A instancias de los querellantes, Pérez reconoció fonéticamente el nombre del coronel Hugo Alfredo Soliveres -integrante de los Consejos de Guerra para la subzona 33 durante la dictadura y a cargo de declaraciones en 1986- como el de quien la amenazó. Al respecto, el fiscal Dante Vega solicitó su compulsa, tal como ocurrió tras el testimonio brindado por Eugenio Paris -el 10 de enero de 2011, en razón del anterior Juicio- donde se denotaron las extralimitaciones del accionar “judicial” de Soliveres.

Juan José Dotta compartió con Mario Camín algún cursado en la Universidad Tecnológica Nacional Regional Cuyo -UTN-. A los ya sindicados como líderes de agrupaciones de ultraderecha que operaban para las fuerzas armadas sobre los estudiantes, Burlot y Seijóo -al que incluso “como funcionario” vio amenazar a un profesor-, agregó el de Ballardi. Al igual que la testigo Pérez ante la justicia militar en el Comando y en 1986, Dotta fue “increpado con una reacción dura del juez por no haber dicho inmediatamente que recordaba a Camín. Se incorporó y me puso en la cara la lista de asistencia de un curso de la UTN en el que ambos figurábamos”. El juez, uniformado, “no preguntó (a Dotta) quiénes pudieron haberlo secuestrado”, remitió el fiscal Vega.

Eduardo Argentino Morales, ex alumno de la UTN, durante 1975 y 1976 hizo el Servicio militar obligatorio. El 12 de junio de 1976, día que culminaba la "colimba", el ingeniero agrimensor fue arrestado. En ocasión del segundo juicio por delitos de lesa humanidad en Mendoza, describió el marco político que reinaba en la UTN, agrupaciones que actuaban allí, organizaciones de derecha que armaban "listas negras".
En este testimonio ratificó que conoció a Juan José Galamba, Margarita Dolz, Víctor Hugo Herrera -“Tonio”-, Mario Camín, en la facultad, compartieron reuniones sociales y de amistad. Morales recuperó su libertad el 19 de mayo de 1978. Días después conoció el destino de sus amigos.


Instrucciones contra subversivos
Oscar Moreno -capellán de la Policía de Mendoza entre 1966 y 1988-, dio clases junto a Carlos Rico en el Centro de Instrucción Antisubversiva y estuvo próximo al horror del D2 en 1978. El testimonio del sacerdote estuvo más cercano a un amén. Por la desaparición forzada de Juan José Galamba se presentó una testigo ocular del armado del operativo.

Matilde Capriglione de Rueda, era vecina de Sebastián Molina -compartían medianera por el fondo- cuando secuestraron de su domicilio a Juan José Galamba, el 28 de mayo de 1978. La mañana de ese domingo, Matilde y su familia salían de paseo cuando percibieron un sigiloso operativo rodeando la casa contigua por los techos del vecindario: “Estábamos asustados, muchos militares con graduaciones, armados, con uniformes y camionetas verdes, pidieron los documentos de toda mi familia y nos preguntaron por un muchacho que venía de Tucumán”. Molina, su mujer y su hija pequeña estaban ausentes. En la casa quedaban Carlos Gabriel y Miguel Ángel, también hijos del matrimonio. Por comentarios de otros vecinos, Matilde supo que “al chico que tenía Molina lo cargaron y se lo llevaron”. Un rato antes, la voz de mando del grupo de tareas había ordenado al marido de la testigo: “pueden irse, vayan tranquilos”.

Oscar Moreno es sacerdote jubilado. Fue capellán de la Policía de Mendoza durante 22 años. Cesó sus actividades con el cargo de Sub-comisario. Fue docente en la Escuela de Cadetes, en la de Suboficiales y en la Superior. A pedido de Carlos Rico, otro instructor, también dictó clases, y fue distinguido por ello, en el Centro de Instrucción Antisubversiva. “Moral Combativa” fue el nombre de ese curso: consta en documentación que recibió un salario pagado, en parte, por la Fuerza Aérea.

Acerca de la conformación del grupo de tareas G78, Moreno dijo que recordaba “un grupo que se formó un oficial, Carlos Rico, para el Mundial 78” aunque no le reconoció vinculación con la denominada “lucha contra la subversión”. “En un momento de la subversión”, según dijo el mismo sacerdote, pidió hablar con los detenidos que había en el D2. Juan Agustín Oyarzábal se lo negó porque “los presos que habían eran del Ejército y la policía sólo prestaba los calabozos”. El juez Roberto Burad le preguntó si a quienes quiso ver en los calabozos de D2 eran denominados subversivos: “Y, seguramente, Doctor”, respondió Moreno.

Además de guía espiritual, a Moreno lo llamaban cuando había “problemas” de “disciplina” o “falta de respeto por la autoridad” y él “explicaba cómo era la subordinación en la repartición”. Dio cuenta de que conoció, como agentes de la fuerza, a Carlos Rico, Juan Agustín Oyarzábal, Aldo Bruno Pérez, Alcides París Francisca -“agente de la Aeronáutica”-, Armando Fernández -“que debe haber sido mi cadete, Señor”-, Ricardo Miranda. A Eduardo Smaha lo recordó cuando dio clases en la Escuela de Cadetes. Adolfo José Siniscalchi fue su colega durante la "instrucción antisubversiva".

Sobre si se hacían operativos en la calle, Moreno dijo que sólo conocía los que hacían “contra las prostitutas”. Dijo que no escuchó nunca que hicieran contra la “subversión”. Entonces, ¿cómo sabía que eran “subversivos los detenidos del D2?” preguntó Burad. Palabras enredadas fueron su respuesta.


El ensañamiento
José Ricardo Romero prestó testimonio en relación al secuestro y desaparición de su padre. Contó lo vivido el 24 de mayo de 1978, cuando se llevaron a Daniel Romero, y también hechos anteriores que marcaron el destino de su padre y la infancia de José. También se escuchó a Teresa Bustos, vecina de Juan Carlos Romero, desaparecido, hermano de Daniel.
Teresa Elena Bustos era vecina de la familia de Juan Carlos Romero. El 28 de mayo de 1978 -día que secuestran a Juan Carlos de su domicilio en Las Heras-, entre las 23 y las 24 horas, Bustos llegaba a su casa con sus hijos y vio dos coches vacíos estacionados en la puerta, al lado de la casa de los Romero. Minutos después sintió una voz de “mando” que le ordenó entrar a la casa y quedarse con las luces apagadas. El 31 de mayo de 1978, citada por la policía como testigo de los hechos, tras la denuncia hecha por la esposa de Juan Carlos, dijo que en uno de los autos “podría haber una pareja”. Ante el Tribunal dijo nunca haberlo declarado.

José Ricardo Romero presenció el operativo que derivó en la desaparición de Daniel, el 24 de mayo de 1978. Explicó que esa noche, en su casa ubicada en Ecuador y Gomensoro, había mucha gente porque allí funcionaba un bar que manejaba su madre, Dulce Quintana. Entró violentamente un grupo de personas encapuchados y armados e hicieron tirarse al piso a los presentes. José estaba con su madre y su hermano de 4 años en la habitación. Hasta allí llegó uno de los secuestradores, apuntó a la cabeza de la mujer y la amenazó: "¡Quedate callada porque si no te agarro a estos guachos y te los mato!". Tras la retirada del grupo de tareas, Dulce se levantó, salió a la calle y vio que en la esquina doblaba un auto gris con su marido adentro. Encontró a un vecino que sacó su camioneta y salieron atrás del auto gris y otro de color verde, que tomaron la Costanera. A la altura del viejo Aeropuerto -donde funciona la IV Brigada Aérea-, frente al cual vivía Juan Carlos Romero y su familia, Dulce alertó: "¡Van para la casa del Chacho! (por Juan Carlos). Los secuestradores ingresaron al Aeropuerto. Esa misma noche un grupo de tareas entró en el domicilio de Juan Carlos, cuatro días después corrió la misma suerte que su hermano.

José Ricardo relató episodios anteriores al secuestro. A comienzos de 1978 una patota policial se llevó a Daniel, que volvió luego de varias horas. Algunos uniformados, otros de civil, cometieron destrozos y saqueos en la casa de la familia.

En una segunda oportunidad, José iba con su padre en moto y fueron interceptados por una camioneta blanca. Los llevaron a la Comisaría 9na. Pusieron a Daniel en medio de un patio, en ropa interior. José lo miraba desde un banquito en la puerta de ingreso al patio. Comenzaron a interrogar a su padre. Un hombre de campera negra, pelo canoso, ojos verdes y un anillo "cuadrado grande" con un escudo, palmeó al niño en la cabeza y le dijo: "Vas a ver cómo lo hacemos mierda a este pelotudo". José lo reconoció luego como el que llevaba la voz de mando en el operativo de secuestro.

El mismo hombre amenazó a Daniel y con otro comenzaron a golpearlo. Un tercero propuso cambiar a José Ricardo de lugar. Allí escuchaba pero no veía. Pasaron unas horas, llevaron al niño al cordón de la vereda. Daniel salió muy maltratado y se fue a su casa con el hijo. Al ver la situación, Dulce discutió con él y mencionó que eso tenía que ver con "El Rubio".

José Ricardo Romero: operativo previo al secuestro de Daniel Romero


José Ricardo Romero: sobre el secuestro de Daniel Romero